El cambio climático global es uno de los desafíos ambientales más preocupantes que enfrenta la humanidad, generado por la actividad del hombre a partir de la era industrial, que incrementó el contenido de CO2 en la atmósfera generando un aumento de la temperatura global y fuertes cambios en el clima. Científicos a nivel mundial estiman que los suelos, principalmente los agrícolas, podrían secuestrar cada año más de mil millones de toneladas adicionales de carbono, una estrategia mundial para aprovechar el suelo en aras de mitigar el cambio climático.
Uno de los componentes del suelo con mayor potencial para capturar y fijar carbono es la materia orgánica. La toma del carbono atmosférico por el suelo es conocido como secuestro de carbono y se presenta como una de las soluciones claves para la mitigación de los Gases de Efecto Invernadero.
La capacidad de los suelos para capturar carbono depende de muchos factores, como sus características físicas y químicas, uso y manejo que se les da. En la Argentina, los suelos con mayor potencial para mitigar el cambio climático son los de la Región Pampeana. Según Roberto Álvarez, docente de Fertilidad y Fertilizantes en la FAUBA, “hasta un metro de profundidad, los suelos pampeanos pueden aumentar su nivel de carbono un 200%; es decir, tres veces su contenido actual. Como tienen una capacidad muy alta para secuestrar carbono, es necesario un manejo adecuado para que ese potencial se realice.
Las plantas son excelentes fijadoras de carbono, y contar con cultivos saludables con altos rendimientos posibilita la captura de grandes cantidades. No obstante, para ver si efectivamente el manejo aplicado está secuestrando carbono atmosférico es importante considerar la diferencia entre los gases que el suelo emite y captura. Por lo tanto, si las prácticas implementadas para aumentar la capacidad de captura de carbono del suelo generan más gases que los que se secuestra, no estarían cumpliendo su función de disminuir el calentamiento global. Para que la captura de carbono esté realmente mitigando el cambio climático, tenemos que analizar las prácticas de manejo y medir el balance de entradas y salidas de este elemento.
Las leguminosas, como por ejemplo un cultivo de soja, poseen gran capacidad de generar materia orgánica asociada a minerales, que es la forma más estable de almacenar carbono en el suelo. En cambio, las gramíneas como lo es un cultivo de maíz, forman otro tipo de materia orgánica que, a su vez, tiene una dinámica distinta en cuanto al carbono. Entonces, a partir del tipo de cultivo que se utilice en cada rotación podemos favorecer que aumente o disminuya la materia orgánica y así regular su balance de carbono.
El secuestro de carbono en el suelo comienza con la fotosíntesis, en la que las plantas convierten el dióxido de carbono atmosférico en compuestos orgánicos. A continuación, estos compuestos se incorporan al suelo a través de los residuos vegetales y los exudados radiculares.
Utilizar la técnica de secuestro para mitigar el cambio climático alberga un inmenso potencial. Hoy en día, los agricultores y las empresas agrícolas pueden emplear diversas estrategias para potenciar este proceso: labranzas de conservación, rotación de cultivos, cultivos de cobertura, aplicación de fertilizantes.
El campo del secuestro de carbono en el suelo evoluciona rápidamente, con numerosos estudios de investigación y avances tecnológicos que contribuyen a nuestra comprensión y capacidad de aprovechar esta poderosa herramienta para mitigar los cambios en el clima mundial.
La fertilización se encuentra entre las prácticas de manejo que permiten aumentar las reservas de carbono orgánico (COS) del suelo. Varios análisis globales han demostrado que la aplicación de nutrientes al suelo promueve un aumento en las reservas de COS en comparación con los suelos no fertilizados (Geisseler & Scow, 2014; Han et al., 2016; Ladha et al., 2011)
Un estudio regional en las tierras de cultivo de China mostró que las existencias de COS aumentaron entre 1980 y 2011 (Tao et al., 2019), en consonancia con los análisis existentes. Este aumento del stock de COS se atribuyó en parte a una mayor productividad de los cultivos fertilizados. Los resultados muestran una tasa de secuestro promedio de ca. 0,15 t C·ha-1año-1(Waqas et al., 2020) con fertilización balanceada.
La mayoría de los estudios globales encontraron aumentos considerables en el contenido de COS en la capa superior del suelo debido a la fertilización, que varían entre el 6% (Huang et al., 2020) y el 15-16% (Geisseler & Scow, 2014; Han et al., 2016)
El secuestro de CO₂ como C del suelo a través de prácticas de manejo sostenibles se ha destacado como una de las estrategias más promisorias para la disminución de gases de efecto invernadero y mitigación al cambio climático. Además de todos los otros beneficios como ser: estructura del suelo, porosidad, capacidad de aireación, mejora en la infiltración de agua, ciclado de nutrientes, etc.
Por lo tanto, el camino a la sostenibilidad implica crear conciencia de que debemos incrementar la MO del suelo y mejorar el stock de carbono. Para ello, es fundamental integrar manejos como rotación del cultivo con gramíneas, las cuales poseen alta relación C/N (superiores a 100); y sistemas radicales densos de altos aportes de C; siembra directa, la cual disminuye las pérdidas de C por erosión, regula la temperatura del suelo, conserva la humedad y favorece la actividad microbiana; y un plan de fertilización balanceada basada en dosis, momento y forma de aplicación correcta según cada zona a cultivar.